El vuelo de las aves.

30.10.2013 12:31

Las aves merodean en torno de las nubes, mientras yo palpo su trasiego, calculando el siguiente movimiento. Mirar al cielo parece ser una candorosa bienvenida, siempre y cuando las alas se extiendan como blancas pañoletas y yo permanezca receptivo a su cordial saludo.

Unas veces –remotamente-:las aves asemejan simples puntos que salpica la cúpula o bambolea inerme el horizonte, y a mí me da por pensar que bien pudiera prescindir de ellas, restarles importancia, acrecentar la nostalgia mientras ellas se pierden tras las nubes.

Cuando juegan sin cautela a dirigir los rumbos del mundo, a sentar los andamios del universo mientras vuelan, mientras giran magistrales y sin coto, quisiera ser capaz de extender los brazos y fugarme con ellas, de sacudirme de la mortaja y la rutina, mientras ellas graciosas forman la diadema que corona al día. 

Si me quedo absorto, mirando cómo vuelven a sus nidos en las tardes, mientras el horizonte estalla con su plata, su diáspora de estrellas, su arrebol soñado, sé que sus alas empujan mis parcos pasos a imaginar un vuelo para mañana.

Hay algo que las aves conmemoran mientras vuelan: lo sé perfectamente. Algo soban sobre al tiempo: lo intuyo de algún modo, en tanto ellas aparecen como mágicas viajeras atravesando el cielo o paradas a la espera entre sus ramas. Tengo la convicción plena de que por algo han sido creadas y yo las admiro como corcheas en el pentagrama, o como tildes en mis páginas.

Si entonces –en mi azar- despliegan sus alas y despiertan la admiración, el contento, las ideas, es obvio que sobre el suelo se ovillan y se quedan pasmadas siempre, las pocas que no anuncian nada, las de mal agüero, las calladas.

29 julio 2013.